martes, 2 de diciembre de 2008

Qué me gusta del fútbol


Me gustan los jugadores líricos, pues ellos enaltecen el espectáculo en medio de la pobreza creativa, venida a menos por la imposición de los esquemas rígidos, la exaltación a los patadura. Hoy es más elogiada una barrida criminal que un buen túnel. ¡Hasta lo tildan de improductivo!

Me gustan los jugadores líricos porque con ellos hay un pretexto adicional para ir a los estadios. Además de arengar al equipo de los amores, el hecho de tener a un referente por sus virtudes con la pelota muchas veces se convierte en el único regocijo para palear una lánguida derrota.

Me gustan los jugadores líricos porque cuando hay un buen técnico hace que los demás jueguen para él. ¡Qué satisfacción cuando un entrenador declara a viva voz: “mi equipo son 10 jugadores y Messi (por ejemplo)”!
Me gustan los jugadores líricos, sus jugadas, retener la pelota con sutileza, definir con un globito cuando otros se van por el camino fácil, el de “fusilar” al arquero rival. La genialidad es arte en el balompié.

Me gustan los jugadores líricos porque, así suene masoquista, cada vez es más difícil encontrarlos. Entonces rastrear un buen pase, un drible bien hecho o un gol bien estructurado se vuelve un vicio. Esta carencia nos conduce a buscar el fútbol bien jugado.

Me gustan los jugadores líricos porque hacen quedar mal a los bárbaros que juegan con la rúbrica de “partir” al rival. Ay de aquellos casos en los que un Foronda de esos quería ganar de verso y se fue “agachando la cabeza” por el tremendo “oso” que le hizo pasar el delantero, petizo como muchos de nuestros virtuosos, y juvenil.

Me gustan los jugadores líricos, sí, porque siempre quise ser como ellos y no pude. Al principio les tenía envidia y ahora los adoro. Gracias Messi, gracias Riquelme, gracias Jhon Mario, gracias Candelo, gracias Zidane, gracias Ribery…